Durante los años 20 del siglo XX, muchos jóvenes de familias nobles, con sed de gloria y aventura, vieron en tecnologías novedosas como las del automóvil o de la aviación un sitio perfecto para inscribir su nombre en la historia. Ernest Eldridge era uno de ellos, y consiguió su objetivo gracias a un vehículo único, el Fiat SB4 “Mefistofele”, con el que logró batir varios récords mundiales, y algunos de ellos siguen vigentes casi un siglo después.
Entre su larga lista de logros deportivos, Fiat tuvo en su haber un coche desarrollado por el piloto británico Ernest Eldridge. Nacido en 1897 en la alta burguesía londinense, dejó a un margen sus estudios para luchar en la Primera Guerra Mundial, conflicto con el que tuvo su primer contacto con el mundo del automóvil como conductor de ambulancias (aunque hay historias que cuentan que también sirvió en el Cuerpo de Artillería Francés). Tras el conflicto bélico, Eldridge vivió con intensidad sus dos grandes pasiones, la aviación y los deportes del motor.
Un amor por las emociones fuertes que le llevó al mundo de la competición y a un objetivo claro: establecer un récord de velocidad capaz de permanecer en el tiempo. Y tenía muy claro el modo de conseguirlo: adaptando el motor de un avión a un coche de carreras. En 1922 el piloto John Duff competía en el circuito de Brooklands, Reino Unido, al volante de un viejo Fiat SB4 de 1908. Durante la competición, uno de los cilindros explotó y la chatarra fue comprada por Eldridge con la intención de convertirlo en un coche récord en consonancia con la filosofía pionera.
En aquella época, los llamados“gentlemen drivers” no contaban con un equipo de ingenieros y diseñadores trabajando para hallar la aleación más ligera o el coeficiente aerodinámico óptimo. En un alarde del “hazlo tú mismo”, los pilotos debían usar sus propios coches y visitar desguaces y chatarrerías para, con horas de ensayos y errores, pudiesen tener un coche ganador. En 1921, siguiendo este proceso, Eldridge desarrolló un vehículo que, gracias a un potente motor de 240 CV procedente de un avión, era capaz de alcanzar los 150 km/h de punta.
Pero eso aún no era suficiente. Eldridge confió en la tecnología de Fiat –de la época– adquiriendo el mencionado ejemplar del modelo SB4 de Duff (nacido en 1907), y con su propulsor Fiat A.1. Este bloque de seis cilindros y 21.706 cm3tenía prestaciones muy apreciadas… Por los ases del aire a los mandos de aviones de reconocimiento, como el SIA 7B o el Fiat R2, o bombarderos como el Caproni Ca.44. Encajar semejante corazón mecánico en la parte frontal de un automóvil no iba a ser tarea fácil. Hacía falta mucho espacio entre el eje y la cabina.
En el apartado mecánico, Eldridge modificó los cilindros para dotarlos de cuatro válvulas y bujías Magneti Marelli, mientras que, para la carrocería, empleó los restos de un autobús londinense accidentado. El resultado, un auténtico monstruo capaz de desarrollar 350 CV a 1.800 rpm y de producir un ruido infernal, lo que le valió el apodo de “Mefistofele” con el que, finalmente, ha pasado a la historia. El “Mefistofele” pronto llamó la atención en el sector automotriz, dado que se trataba de uno de los vehículos más extremos fabricados hasta la fecha.
Delage, firma francesa especializada en coches de carreras desde 1905, y su piloto estrella, René Thomas, varias veces campeón de las 500 Millas de Indianápolis, retaron a Eldridge y su máquina a un duelo para intentar batir el récord mundial de velocidad. El arma del francés era un Delage V12 “La Torpille” de 350 CV, y la a cita se programó para julio de 1924 en la Route Nationale 20, cerca de la ciudad de Arpajon (Francia). Eldridge recogió el guante. Las espadas estaban en alto cuando, el 5 de julio, el Fiat SB4 “Mefistofele” alcanzó los 230,55 km/h en carretera.
Récord mundial. Sin embargo, Delage y Thomas se quejaron y reclamaron con éxito: el vehículo no tenía marcha atrás, un requisito para homologar la plusmarca. Al día siguiente, el dúo francés superó el récord de Eldrige, con 230,63 km/h. Sin embargo, esto no desanimó a Eldridge, ya que, con la ayuda de un herrero local, logró incorporar un dispositivo de marcha atrás para su bólido. Con esta modificación, volvió a la pista sin asfaltar el 12 de julio, donde pudo permitirse saborear la revancha: 234,98 km/h, una cifra que le haría entrar pasar a los libros de historia.
Fue el último récord de velocidad batido en carretera y, de hecho, dos de sus marcas realizadas, la de 234,98 km/h en el primer kilómetro con salida en parado y 234,75 Km/h en la primera milla –con salida parado también–, siguen vigentes. En los meses siguientes, Eldridge participó con el Fiat SB4 “Mefistofele” en algunas otras carreras, hasta que en 1925 decidió vendérselo al piloto francés Monsieur LCGM “Le Champion”. El color negro original fue reemplazado por el rojo corso característico de los coches italianos, y ahora se exhibe en el museo de Fiat en Turín.
Fuente: Fiat
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