¿Cuál es la cilindrada que podríamos considerar como “grande”? Hoy en día, un motor de 2.0 litros es todo un rara avis en la industria, y solo los más pudientes podían acaparar un tamaño superior. Si nos vamos a modelos de altas prestaciones, podemos ver 3.0, 4.0 e incluso hasta 5.0 litros. Pero esos motores no eran para la gente de a pie. Sin embargo, Cadillac un día pensó que sería una buena idea tener un V8 de 500 pulgadas cúbicas, es decir, 8.2 litros.
Viajemos al pasado, concretamente hacia los años 70. Estamos en Estados Unidos, tierra natal de las mecánicas de ocho cilindros en uve de gran cilindrada. Incluso para los estándares de la época, nadie realmente necesitaba un motor V8 de 8.2 litros de cilindrada, 272 kilogramos de peso en seco (sin los accesorios) y más de 400 CV y 700 Nm de fuerza bruta montados en un coche de uso diario. Pero, en aquellos días, nadie se compraba un Cadillac basándose en lo que necesitaba, sino en lo que querías. O aún más, lo que exigías.
Si hubieras ascendido en la escala corporativa estadounidense a fines de la década de 1960, tu recompensa sería este motor y un gran coche construido a su alrededor. Esta es la historia del Cadillac 500 V8, un motor que no necesitaba existir, pero, del que estamos agradecidos de que así sea. Es el V8 más notable de una línea de motores Cadillac que definió a la marca durante más de un siglo. De hecho, los Cadillac y sus motores V8 se remontan a los días pioneros del sector automotriz estadounidense como lo identificaríamos.
Pero, al otro lado del charco, el tamaño importa. Eso fue especialmente cierto cuando el nuevo V8 de 440 pulgadas cúbicas (7.2 litros) de Chrysler y el de 460 pulgadas cúbicas (7.4 litros) de Lincoln hicieron que el por entonces Cadillac de 390 pulgadas cúbicas (6.4 litros) pareciera un juguete. Efectivamente, esta implacable lujuria por más potencia y motores más grandes dio lugar al predecesor del 500 V8, el Cadillac V8 de 472 pulgadas cúbicas (7.7 litros). Este fue la base del que sería el V8 de producción más grande de la historia.
Con un diámetro de 109,2 milímetros y una carrera de 103,1 mm, el Cadillac 472 V8 entregaba una potencia registrada de 375 CV (SAE) y apenas 712 Nm a 3.000 vueltas. Esos son los niveles modernos de propulsores destinados al transporte de mercancías o pasajeros. De hecho, el V8 de 7.7 litros fue construido con partes internas diseñadas expresamente para acomodar a una serie de componentes más grandes en un fututo para, finalmente, llevar al Cadillac V8 a través de la barrera de las 500 pulgadas cúbicas, una cifra impresionante.
Es algo así como si fuera tan importante como romper la barrera del sonido en el pasado. Para los fanáticos de la época, realmente era así de primordial. En 1970, Cadillac modificó aún más la base de su corazón más grande, añadiendo un cigüeñal con una carrera de 109,3 mm para romper oficialmente las 500 pulgadas cúbicas (8.2 litros). En los años inmediatamente previos a la primera gran crisis del combustible (1973), el bloque Cadillac 500 V8 era la flor y la nata de los motores estadounidenses, al menos en el segmento premium.
Mientras que los V8 de bloque pequeño (5.7 litros en su mayoría) impregnaron toda la línea de berlinas y deportivos de General Motors (GM) entre Chevrolet, Buick, Pontiac y Oldsmobile, el enfoque de Cadillac fue completamente diferente mientras usaba la misma filosofía rectora de “no hay reemplazo para el desplazamiento”. Desde sus comienzos hasta 1975, el Cadillac 500 V8 estuvo reservado para un solo modelo, el Eldorado. Como el buque insignia de la marca, el coupé de casi seis metros aprovechó al máximo los 400 CV y 746 Nm que ofrecía.
Con mucha madera pulida, un buen cuero y una conducción tan cómoda como la de un Rolls-Royce, a principios de los años 70 fue la última vez que un automóvil de lujo estadounidense rivalizó con la calidad de las ofertas europeas como Bentley y Mercedes-Benz durante décadas. El Eldorado tenía todas las comodidades que uno podría esperar también, como climatizador automático, butacas con ajustes eléctricos y cojines como reposacabezas, control de crucero y una dirección asistida tan suave que podías girar el volante soplándolo.
En 1976, el motor 500 V8 estaba disponible en toda la gama de vehículos de Cadillac, excepto en Seville. Pero, en esta etapa, el gigantesco motor era un caparazón de lo que era antes. Con el cambio a la hora de hacer mediciones de potencia a principios de los 70 seguido de estrictas restricciones de emisiones poco después, el portentoso propulsor de gasolina pasó a entregar unos ridículos 190 CV y 488 Nm. Eso fue todo lo que el motor pudo entregar en sus iteraciones de 1975 y 1976, con un rendimiento similar al de un Clio de 90 CV actual.
Desde entonces, el motor de ningún turismo volvería a acercarse al desplazamiento cúbico con el que estaba jugando Cadillac, al menos en forma de ocho cilindros. Porque, sí, el Dodge Viper llegó a contar con un tamaño de 8.4 litros en su última generación, y el Bugatti Veyron y Chiron poseen 8.0 litros exactos, pero el primero es un V10 y el segundo un W16. En muchos sentidos, Cadillac no volvería a reclamar un V8 aclamado por la crítica durante décadas después de que el 500 quebrara. Y no parece que vaya a ocurrir en esta era de la electrificación.
Fuente: Drivingline