Todavía hay gemas desconocidas en el mundo que se pueden encontrar. Y muchas veces lo podemos ver en antiguos graneros, donde mucha gente se ha olvidado de que tiene algún coche en propiedad. Tomemos este Mazda RX-7, por ejemplo. Como puedes ver, no es un RX-7 (FB) ordinario. Más bien, un Mazda 254i que compitió en la carrera de resistencia más famosa en el planeta Tierra en 1982, las 24 Horas de Le Mans.
El 254i también es un coche importante, siendo el primer Mazda en terminar la tortuosa carrera francesa. Ese año, Mazda ingresó un par coches, el #82 (manejado por Yojiro Terada, Allan Mofatt y Takashi Yorino), que se colocó en el puesto 14 en la categoría general y sexto en la suya, y el #83 (conducido por Tom Walkinshaw, Chuck Nicholson, y Peter Lovett). Llegó al octavo lugar antes de retirarse después de 180 vueltas.
Pero, considerando que esta fue la primera vez que un Mazda había visto la bandera a cuadros, fue tan bueno como una victoria para los jefes en Hiroshima. Sin embargo, con la presentación de la FIA del ya icónico Grupo C para ese mismo año, los equipos cambiaron rápidamente hacia coches más locos. Mazda hizo lo mismo y presentó el 717C en 1983, el modelo más memorable en Le Mans hasta que la llegada del 787B en 1991.
Fue el ganador de las 24 Horas de Le Mans, cruzando la meta en primer lugar con su intenso motor rotativo de cuatro rotores y borró la memoria de todos los anteriores, tanto del 254i como del 717C. Al parecer, incluso de Mazda. Después de la cita francesa, la pareja de 254i que compitió en 1982 regresó a Japón y compitió en varias carreras del calendario JSPC (Campeonato Japonés de Sport Prototipos) junto con otros coches privados.
El sistema de frenos y la suspensión trasera se llevaron la mayor parte de los cambios frente al coupé del que derivaba. También reciclaba el chasis de su predecesor (el 253i), al que se le añadió una nueva carrocería masivamente sobredimensionada y un enorme alerón. A medida que se ha indagado en el #83, se ha llegado al facto de que el #82 fue destruido en un accidente mientras corría en el circuito de Fuji, haciendo del 254i superviviente un coche único.
Uno se pintó de rosa y el otro se pintó de dorado, y poco más se sabe. Lo que sí sabemos es que el chasis #83 terminó los 1.000 km de Fuji en 1984 y se retiró una carrera después, en Tsukuba. Bueno, simplemente desapareció de la faz del planeta. Literalmente, nadie supo lo que le pasó, ni siquiera Mazda. Fue un día no tan lejano en el tiempo cuando uno de ellos fue encontrado en Okayama por Isami Amemiya, dueña de la legendaria casa de tuning RE Amemiya (si has jugado a Gran Turismo te sonará), y se apresuró allí tan rápido como pudo.
Amemiya sacó su hucha y la rompió, luego le ofreció el coche de Le Mans a su compañero, Masachito Ito, dueño de la empresa especializada en compuestos de carbono y de escape, PowerCraft. El plan es devolverlo a su antigua gloria y, teniendo en cuenta que hablamos de japoneses especializados, estamos seguros de que volverá a brillar como el primer día siendo 100% auténtico a sus raíces.
Si hay una compañía especializada en motores rotativos, esa es RE Amemiya. Originalmente, el 254i corrió un bloque 13B de doble rotor. Estos motores esotéricos siempre han sido el hardware definitorio de Mazda (y parece que puede volver). Ofrece un sistema de propulsión compact y ligero con menos piezas móviles que un motor de pistón tradicional. Además, también emiten un ruido fantástico.
Si todo va bien, el coche debería estar listo en los próximos dos años. Todos los pequeños detalles se tendrán en cuenta y, como el 254i de carreras bombeaba alrededor de 300 CV en el pasado, así que serán los mismos en su nueva vida. Es difícil contener las ganas de ver el resultado final.
Fuente: Japanese Nostalgic Car
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