De primeras, el término “haiga” puede parecer una mala conjugación del verbo “haber”, y lo es. De hecho, seguramente lo hayas escuchado de alguna persona cuyo habla no es el más sonado ni el mejor en el aspecto gramatical. Sin embargo, la Real Academia Española (RAE) sí que acepta esta curiosa palabra como españolismo en su Diccionario de la lengua.
Esta aceptación tiene sus raíces en la época de posguerra en España, un tiempo en el que una parte de la población se enriquecía trapicheando con el estraperlo en el mercado negro. Hay quien también apunta hacia los famosos “indianos”, quienes a su regreso a España tras hacer las Américas, venían con una buena fortuna bajo el brazo. Estos, aún con un buen ojo para hacer negocios de dudosa legalidad y aumentar el valor de su patrimonio, en la práctica eran analfabetos y carecían de estudios.
Volviendo al mal hablar, a colación de esta situación, surgieron otras incorrecciones en el habla del tipo “asín”, “arradio”, “amoto”, “me se”, y por supuesto, “haiga”, palabro que nos trae al tema de hoy. Una de las cosas que queremos hacer al tener un buen cash flow es comprar. ¿Y cuál es una de las primeras cosas que uno hace cuando gana mucho, mucho dinero? Bueno, si te gustan medianamente los coches, probablemente te comprarás el más lujoso y llamativo que hubiese a la venta, ¿no?
¿Un coche o una equivocación?
Durante la década de 1950, al no existir una gran variedad de coches a la venta en nuestro país, los aspirantes a comprar uno, simplemente, pedían al comercial “el más grande que haiga”. Y por tantos comerciales entrenados y personas con «dejes» al hablar; así, en un uso coloquial y de sentido irónico, “haiga” está registrado por la RAE como: un automóvil muy grande y ostentoso, normalmente de origen norteamericano.
Recuerda que fue a finales de los años 50 y comienzos de los 60 cuando empezaron a llegar a España algunos coches importados desde el otro lado del Atlántico, muchos de ellos acompañados por sus dueños que regresaban a su país tras el exilio por la Guerra Civil. Y algo muy español es restregar al vecino lo que uno tiene en propiedad. De primeras os acordaréis del Dodge que salió de la fábrica de Eduardo Barreíros.
Como decíamos, los “haiga” más destacados eran los modelos Dodge Dart construidos por Barreiros, conocidos como “Los haiga del Franquismo”. Con el paso del tiempo, los “haigas” de origen nacional dejaron de ser vistos como vehículos sorprendentes, especialmente por un avance cultural del país que alejó los errores de este habla con una población más culta, preparada y educada.
Pero, aún así, mientras que la RAE perpetúa el concepto haiga, este quedará en el imaginario de muchas generaciones de conductores. Igualmente hay que decir, que más lejos de las ventas del Dodge de Villaverde, las marcas americanas como Chevrolet, Buick, Chrysler o Cadillac siguieron acaparando la atención de los nuevos ricos a la vez que se convirtieron en objeto de ironía o mofa de sus compatriotas, quizá con algo de vergüenza ajena o de envidia malsana. En muy poco tiempo, el término “haiga” se postuló como una forma rápida y fácil para definir a las enormes berlinas estadounidenses, muy diferentes del parque automovilístico nacional y europeo de la época. Porque era el más grande, caro y el mejor que “haiga”.
En esencia, antes te comprabas un «haiga» y ahora te compras un SUV.
Fuente: Actualidad Motor, Frenomotor