Llevo muchos coches probados este año 2021. Ha habido semanas en los que tenía hasta tres aparcados en casa (gracias, cuñado, por cederme una plaza de garaje). Y como padre de familia me pregunto muchas veces cuál podría ser el próximo coche que tengamos. El BMW Serie 3 Touring se ha ganado muchas papeletas para serlo.
Después de probarlo a fondo, vimos cómo no pierde un ápice del dinamismo que la Serie 3 ha llevado como bandera a lo largo de su historia. Pero sin radicalismos y poniendo énfasis también en ser refinado y con un cuidado exquisito para sus ocupantes. Decíamos que abarcaba mucho y, lo bueno, es que lo hace todo muy bien.
Porque hacer algo divertido de conducir y, al mismo tiempo, que tu mujer e hijos no protesten cada vez que pillas un badén o te adentras por una carretera rota no es tarea fácil. Imagino a probadores e ingenieros probando distintas configuraciones de chasis hasta dar con la fórmula mágica.
Adoro estas carrocerías porque sin comprometer dinamismo o hacer que suban los consumos mucho ofrecen una gran capacidad de carga, con un acceso infinitamente más cómodo, por un coste no muy superior (en este caso, unos 2.000 euros más, varía en función del motor que elijas). Y ojo, que, esto ya es subjetivo, muchas veces son más bonitos por fuera, ya no son los coches fúnebres de antaño.
Tiene unas dimensiones que no resultan ya muy cómodas para conducir en ciudad un precio alto, sobre todo cuando empiezas a jugar con el configurador y compruebas que, para llevártelo como tú quieres, hay que seguir ahorrando un poco, al menos en mi caso.
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