El segmento de los SUV pequeños es uno de los más disputados en la actualidad. Cada vez hay más modelos que se van sumando a la lista y no nos extraña, ya que su demanda no deja de crecer. Por eso no es de extrañar que las marcas lancen productos con mucha personalidad, buscando diferenciarse del resto en distintos atributos. Eso mismo hemos podido comprobar recientemente cuando nos pusimos al volante del Opel Crossland, que tiene el objetivo de ser doblemente distinto.
El modelo de la marca del rayo tiene la premisa de sobresalir ante la competencia, pero también de mostrar un enfoque diferente al del Opel Mokka, con el que comparte segmento. Se sacan apenas 7 cm de longitud, aunque hay muchos atributos que los hacen diferir. Mientras que el Mokka apuesta por un diseño más llamativo y electrificación para llegar a un público más juvenil, el Crossland tiene un enfoque más cercano al de un monovolumen por su nivel de practicidad.
En el interior se nota ese extra de altura en el espacio disponible para las cabezas. Tanto delante como detrás es bastante generoso, aunque es la segunda fila de asientos la que más destaca en el Opel Crossland. Hay mucho hueco para las piernas, la anchura es buena y cuenta con la posibilidad de tener una banqueta con desplazamiento longitudinal que se desliza 15 cm. El maletero, con 410 litros de capacidad, está por encima de la media y podría alcanzar los 520 litros con los asientos en su posición más adelantada.
Así que este modelo en lo que más destaca es en habitabilidad, porque el resto de puntos no son tan relevantes. El diseño mejora en la última actualización, pero es algo relativo y hay rivales con más personalidad. La tecnología es más que suficiente, pero también hay modelos más avanzados en este aspecto. La calidad cumple con lo esperado en un ejemplar generalista, mientras que el comportamiento es bastante equilibrado. Eso sí, la gama mecánica es bastante tradicional y se queda sin opciones electrificadas.
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